Verano Brisas

MAR - K - 36

No soy katador ni bebedor de vino aunke kisiera,

no para emborracharme sino para alegrar mi espíritu

kon unas buenas kopas en medio de mis amigos,

kuando la tarde da paso a la noche,

reina indiskutible de todas las delicias.

 

Pasar por alto lo ke ha kontribuido

a la potencia kreadora de los hombres,

sería un olvido ke no perdonaría jamás.

 

Medio embriagarse

es asumir la vida kon decisión de parloteo,

en un estado superior y más feliz

ke da la sensación de júbilo y konfianza

para vencer obstákulos,

porke la sensibilidad se aguza

komo la de un lince en aktitud de acecho.

 

La frontera entre realidad y fantasía

donde el ensueño y la imaginación

rompen las kadenas de un diskurrir suicida,

puede hallarse más fácil llevando en la kabeza

el líkido evanescente de unas kuantas kopas.

 

Por eso los diktadores más sangrientos

praktikan muchas veces la abstinencia,

para ke su cerebro de roka no konceda

un poko de humanidad a sus desmanes.

 

Si Stalin o Mussolini hubieran sido buenos bebedores

otro gallo kantaría en el mundo ke nos dejaron.

Esa idea de rektitud moral,

en poder de kamarillas parkas en prodigalidades

y glotonas de virtudes kastradoras y asesinas,

ha sido la desgracia de todo el género humano.

 

Nadie sería buen diktador durante la resaka

en la mañana ke sigue a la embriaguez,

porke dejaría de sentirse un dios, y humillado

no tendría valor para imponerse a sus áulikos,

algo posible en un Estado demokrático.

 

Bebamos pues kon moderación

para ahuyentar el tedio,

sin el bestialismo y ceguera diktatoriales,

kontra los titiriteros de la moral públika,

sin kreernos por eso superiores

sino seres komunes y korrientes,

dispuestos para el amor,

el kanto, la danza y la poesía.