Te vi,
más bien, te reconocí.
Eras esos ojos,
esos labios que, más de alguna vez,
mis anhelos y mi corazón se habían puesto a desear.
Sentados, admirándote,
nos tenías hipnotizados con tu gracia,
con tu delicadeza.
Mis manos decidieron unirse a nosotros cuando miró tu cabello,
mis ojos, quisieron renunciar a mi cara
con solo ver los tuyos.
Mi piel se erizó cuando sonreíste,
un reflejo dentro de mí tropezó
y correspondí tu sonrisa no dedicada a mí.
Mi cuerpo y yo hicimos una reunión,
café americano sin azúcar había en la mesa,
seis galletas de naranja
y leche.
Desde entonces que no hemos renunciado a ti,
aún admiramos tus partes
esperando, un día,
unirnos para ser un todo para ti.