azuma no taiyo

El oficio va-riendo

Cae la tarde de un caluroso día. El crepúsculo malva alumbra los ojos agitados de miles de transeúntes indiferentes. Mientras tanto, en medio de corazones palpitantes y frentes sudorosas, una mujer se encarga de poner orden al caos. Se trata, nada más y nada menos, de una barrendera. Armada con una escoba y un estoicismo de piedra caliza, remueve el polvo, arrima la hojarasca y limpia todos los resquicios pese a vientos que, arremolinados como demonios, amenazan con reducir a nada sus esfuerzos. Luego de un tiempo, a medida que la noche se impone en el cielo, el suelo queda impecable. El trabajo ha culminado. El orden, la organización, la buena disposición de las cosas están resguardados por el trabajo de almas anónimas, perdidas entre la gente y la rutina.