Margarita García Alonso

Poema de bandido con isla

El castrador de toros,

bandido de almas,

el gene de la impostura

entre cántaros.

Viejo como la arena,

viejo como madera

o roca suspendida

murmura evidencia

evidencias y tiemblo.

Me daño si me toco.

Entre mis cejas se instala

el escombro,

no vacilo cuando sentencio:

tierra igual a residuo.

El bandido piensa mía, mía

arrancándome los ojos,

su mano colgada a mi cuello

se agrieta en sobresaltos.

El bandido necesita pilares

-pilares almacenados-

donde debía estar el grano

papiros espantosos

aplastan las cabezas,

lenguas tatuadas con hierro

espían cuando desmiembro

por respirar

la blusa de mi madre.

En la reyerta extiendo hilos,

breve paso y arraso la hierba,

la leche en la colina protegida.

 

La rama cónica delira

pues traiciona.

 

El álgebra me es ajeno

y en situación extrema

todo es redondo.

 

Voy parda de males,

ningún aduanero arriesga,

el cuño

en mis papeles peligra.

 

El bandido cree que callaré,

si quiero regresar.

 

 

 

del cuaderno

Mar de la Mancha, 1992

Editions Hoy no he visto el Paraíso