Margarita García Alonso

Saluti Patrire

 

Saluti patrire, vixit non dieu sed totus.-en la estatua del Emperador José.

Este no tiene nada que decir aquí, pues no vive.

 

Para salvar el lago de mi vientre

bajo cien brazas.

En el término de unos días

tendrá igual sentido

si comercio con el panadero

o excavo mi pulmón derecho.

 

El espectáculo fascina:

palidez suprema

el sudor corre,

desciende a mi sexo.

Los pasantes saben

que es momento de partir

y quedo de la noche a la mañana

en el fenómeno:

veo divinidades,

manchas renacentistas,

indescriptible oscuridad.

 

Es fabuloso el cuadro, soy feliz

ante mi ración de pan

cuando me da por manejar

cazuelas con yerbas

que llegan del tren de Hershey

a la negra bahía

de estanco y cita

previa para echarse al mar.

 

Me apaño para liar

un mar de multipropósitos,

enzarzo el hilo

sin explicar

de dónde saco el plátano

antes que merme el temporal.

 

Es evidente: estamos rodeados de mar.

En la tendedera

de mi destartalada Home in Pace

se me enredan los pelos

puteados por blancos caballeros,

panfletos de mucha extensión y

desvencijados cuencos

que pagué

con cristales de exportación.

 

El viejo no tiene fuerzas

ya no amarra

el cordón del zapato

pero se pone a escribir

en madrugadas:

Tanto mar cansa.

 

Si reparan la escalera

bajaré a la ciudad,

con mi ojo de mosca

desentraño manchas.

 

Sentado en el orinal de oro

cincuenta quilates,

el Dicemás talla

medallas fecales

poderoso e infinito

-es el mar-

 

besando aguas,

túneles de agua,

cascadas de agua,

laberintos de agua,

jarros de agua,

ríos, lagunas, charcos,

lluvia, océanos,

sin ver el agua,

deposita chorritos

sobre las cabezas.

 

 

 

del cuaderno Mar de la Manche, 1992,

Editions Hoy no he visto el Paraíso