Sentada en un taburete imaginado
que no es silla europea, respaldo
ni acogedor país de glúteos,
frente a una puerta en Madrid,
sin ángeles, amigos secretos,
sentada, sé que he perdido.
Me han arrojado
restos de manzana,
he marchado todo el día
sin poder regresar
a ninguna parte.
He vendido, diente a diente,
hasta las encías
tratando de recordar
un pan con sabor
a trapo del Vedado,
a listilla de aniquilación.
Nalgas rosadas
de adolescente impúdica
cuando compro una chaqueta
jamás a mi talla.
Abandoné la arcaica
y prosaica manera
de pestañear sobre versos,
para acostarme
con tarados en submundos.
Medio siglo trocando
amantes por promesas
espera de promesas,
la promesa en sí.
Todo el que quise iba a partir.
Me obligué a cargar un cuerpo suspendido
al pelo, al arcabuz, al detalle.
Golpeé, violé, aborté, abandoné, dormí
desangré, escupí ese cuerpo.
Fue en Madrid,
sentada en un pequeño canapé
junto a un ángel con el cráneo abierto.
Llegué a ver mis carnes que caían
los senos que no podían resistir
los muslos dislocados
en el equilibrio fata de la perla
que resguarda la ostra del sexo.
Bebí en segundos galones de tizanas,
tilas, manzanillas para calmar
la monstruosidad del ojo que ve
muertes imprecisas,
lejanías cercanas a la muerte.
Vi al francés
en posición tres cuarto,
amanerado sostenía la estética,
sin meter el dedo.
Vi a los españoles
en carrileras de galgos
marchaban por tres pesos.
Vi a los de mi tierra
corriendo por fortuna y regreso
y yo tan inútil como un estorbo,
puse carne, manos, pecho,
digitalizando cifras inútiles,
datos inútiles,
datos y bases de datos,
algoritmos que sudan
el coño, la bilis,
caducos al instante.
Nadie me dijo que mis ojos cambiarían
hacia un verde quejumbroso
ojos de mi madre
ojos de mi abuela
ojos de mi hija
ojos de mujer que pericia.
Nací, avancé y descarté
jugadas en mis semejantes
mi cuerpo presto a ser ultrajado
sin ser de nadie
ni de mí.
Los poetas en dislexias,
en despotricado pastizal
de abejas ruinosas, empercudidos
con tintas malolientes
temen lavarse
las manos y sermonean citas,
autores bling bling,
posición sapiente,
hueco relleno de bibliotecas.
Mientras cavo túneles
no escribo versos,
no hago pregunta,
no obtengo respuesta.
Soy la rendija
visitada por cierto ser pálido.
Los que quedan aparcados
en la encumbrada tierra de mastodontes,
larvas chupa sangre
y vampiros en la Habana
se adentran en el estanque japonés,
estampan grabados en la piedra
mientras archivo datos inútiles
para cualquier organismo
y en eso se me va el día.
del cuaderno Mar de la Manche,
Editions Hoy no he visto el Paraíso, 1992