-A Lucía Beatriz-
Saludo tu arribo a este punto,
con impostergable impaciencia
te esperaba, no hay mucho
que ofrecerte, no existe,
pero quizá gastemos tu tiempo:
riendo, evadiendo el dolor, la guerra
escalando un risco en nuestra Sierra;
y aún mejor podamos juntos
respirar en adelante
el aroma fresco, virginal
de dorados retamales de luz,
de esta Patria excelsa, que bondad
de sus pétalos desborda, llamada azogueñidad.
Podemos visitar –absortos y gratos-
la tórrida vegetación
de Isla Margarita
(en Venezuela).
Te mostraré lo grandioso
del tiempo pasado, plasmado
en el Circo romano
o en lo genial de San Pedro
en Estado Vaticano.
Conmigo conocerás el frío
del aire occidentalizado,
y el cada vez más pálido
color de la Plaza Roja.
Desembarcaremos de la mano
a gritar en Las Malvinas,
bajo un cielo celeste y blanco:
que han sido siempre argentinas!
Bajo las palmeras cimbreantes,
envejecidas y piramidales
de las arenas ensiglecidas,
abriremos las venas del Nilo
y beberemos la sangre que vitaliza a Egipto.
Surcar los océanos azules
persistiendo en anclar en Las Canarias,
bebernos un helado
en Alaska, o pernoctar a bordo,
en cualquier fiordo de Noruega.
Y surcar el Magdalena
saboreando un tinto colombiano,
hablando de García Márquez
o quizá de Whitman, Neruda
Mark Twain o Hemingway.
Enseñarte –y desde lejos- a Mickey Mouse
al Pato Donald, a Kissinger
Carter, Reagan, George Bush…
Habremos de ir a cortar caña
y a beber del dulce naranjo
en los campos generosos
y sobre todo ¡libres! en Cuba.
Guiaremos por el Gran Canal
con la fortaleza de tu paz
y tu ternura, frente a “San Marcos”,
una engalanada y blanca góndola
en las calles de Venecia.
Iremos a derrumbar recuerdos, sobre el polvo,
del muro derribado, en Berlín,
y derramar lo salobre
de una vengadora lágrima anti nazi,
en las fronteras de Aschwitz o Treblinka.
Desenredaremos esferas
y desentrañaremos átomos,
acercándonos al misterio de Pie Grande,
de los OVNIS
o Loch Ness; el origen verdadero
y volcánico de un sobreviviente edén
en Las Galápagos.
Conocerás Versalles, el hierro amontonado
de Eiffel, o El Eliseo
-que sabrás- se levantaron
sobre bases de cabezas rodantes
en la grandeza de la ”Ciudad Luz”…
Y en fin, nueva caminante de la tierra
no podré mostrarte yo, el resto,
las cabezas nucleares…
las armas increíbles…
las verás tú misma actuar (Dios no lo quiera).
Por ahora basta y sobra,
yo parto a desandar
la tierra; mas, si nuevas, dignas cosas
presencias
enséñame tú, a mi regreso, yo
volveré en la siguiente glaciación
volveré en el nuevo hombre de la caverna,
volveré cazador, nómada, pescador…
volveré a ver rodar de nuevo las cabezas,
en el “corsi et recorsi”,
de esta necia humanidad.
Bolívar Delgado Arce
De: (Entre la Transparencia y el Espejismo)