Tienes la tristeza del saxo en tu voz. En tus manos la calidez del atardecer de enero frente al mar y tu aliento es su propia brisa deslizándose por mi piel. Tus ojos llevan los horizontes perdidos de la vía láctea y en el alma la delgada melancolía de los solitarios amaneceres de otoño.
Tu piel lleva el aroma de todas las rosas tempranas y tardías y en tu pelo se recostó la noche silenciosa enhebrada de luna.
Cuando callas, ausente, perdido quien sabe en que universo, en que cielo o infierno divagas, me detengo a mirarte, imagino lo que piensas, lo que sientes, lo que sueñas en la soledad inquebrantable de tus pensamientos que son como volutas de humo azulado, que se van perdiendo en la inmensidad de la nada.
Cuando ríes eres una sonora cascada fresca que inunda mis oídos, eres como una canción de alabanzas, me purificas con tu risa, envolviéndome en el mejor de los coros de ángeles invisibles y revoltosos.
Ríes desde adentro, desde lo más profundo, desde las cornisas de tu propio corazón, desde la profundidad de tu alma iluminada de soles.
En las tardes de otoño o de invierno eres tan melancólico, tan callado. Cuando los recuerdos te vencen, te asaltan, te invaden. se ensombrecen tus ojos, como una noche sin estrellas, tu paso es lento y silencioso.
Te sientas frente al ventanal, me acorazas en tus brazos y me acunas apretada a tu pecho que encierra el gorjeo de todos los pájaros que despiertan al alba, tus manos transitan desde mi espalda hasta mis enmarañados cabellos, acaricias mi rostro con la suavidad misma de los pétalos todas las flores de la creación.
Silencioso, con la respiración lenta, sumido en tus pensamientos, en tus sueños a veces impenetrables, como la selva amazónica, como un oleaje furioso e iracundo que no permite hacerse a la mar, me aprietas a ti, y me besas con la dulzura de las frutas maduras, con la pasión del primer beso, con el amor supremo e infinito que derrama tu corazón loco, tan mío como mi propia locura por ti.
En primavera retoñas, como los árboles del huerto, vuelve el brillo a tus ojos, y es tu boca como dulce breva.
Tus ojos encierran todos los colores, todas las estrellas, todos los soles que iluminan el universo.
En verano eres como un niño, loco por el sol, por la arena, por las lunas de acero que se reflejan en las aguas del mar, donde pienso te gustaría esquiar o balancearte en una luna de cuarto creciente. Tu piel se transforma en canela, y tu cuerpo es como una almendra, firme, dorada, perfecta, tentadora a mi paladar.
¿Pero sabe amor?, tienes la tristeza del saxo en la voz, y un blus derrama sus notas por tus labios, cuando murmuras te amo en el alba vestido de nácar que viola nuestros cuerpos apretados en la calidez de nuestro cuarto. Entonces, ¡ah entonces amor! en esa azul melancolía te amo más todavía, en ese concierto donde un solo de saxo, derrite en la inmensidad de la noche un te amo en la desnudez de mis senos pálidos y temblorosos bajo el hechizo de tus manos prestidigitadoras y la brisa suave que emana de tus besos.
Anngiels Grigera Moreno
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