Nos perdimos en medio de la noche.
Solo la luna acompañaba nuestros pasos.
Su luz plata abrigó nuestra desnudez, destruyendo el pudor.
Tú y yo unidos en la intimidad que solo ofrece el amor.
Acaricié con mis labios cada rincón de tu cuerpo,
mientras mi lengua se embriagaba de tu variopinto sabor.
Los gemidos abrieron las puertas de tu templo.
Me introduje en él con sumo respeto, entregándome en sacro ritual de pasión,
al dulce compás que funde a los amantes.
Clavaste tus uñas, arqueaste la espalda, en el ápice de la mutua entrega,
en el preciso instante en que bauticé tus entrañas con mi tibia esencia de amante.
Exhaustos, abrazados se sosegaron nuestros corazones.
Mi pecho, tu suave almohada, tu cuerpo cálida morada.
Entrelazados nos sorprendió la madrugada.
Tuyo para siempre…mía eternamente.