No quiero vislumbrar el reflejo de un millón de estrellas.
No quiero caer en una red de gardenias marchitas.
No quiero el aliento de los leones feroces del reino de nuestros astros.
Quiero las manos de vuestros antepasados,
danzando por cada rincón de mi ser.
Y que seamos terribles fieras,
virginales colinas.
Molinos de amor.