Pensar en el acto más sublime, capturarlo,
hacer eterno un instante en la memoria.
Convertir un recuerdo en una imagen
que apacígüe el deseo de vislumbrarlo
en carne viva, como ahora baila aquel árbol
en la ausencia de los cuerpos, desatando una
tormenta de ojos mirando al vacío.
Horizonte de blancos y azules, perpetúan el ahora,
y el silencio de una ciudad en caos,
baña mi tez desnuda,
aunándose al paisaje de aquél,
extraño de colores etéreos,
mirada de presentes traslúcidos.