Te recuerdo, sí que te recuerdo,
pero ya no eres más que vacío,
como un objeto que traspasa la vida
sin tener el derecho, a vivirla.
No nos amamos, pero nos deseamos.
No conocimos la concienca no hueca,
sin embargo, aceptamos el dicernimiento,
aunque... no pudimos con la espera.
...Y se desvanece, tan rápido como la bruma
colisiona en el aire, veloz como ese instante
de sonrisas entre el atardecer y la noche.
Te recuerdo, si, pero tu recuerdo no es más
que la fruta madura de mi indulgencia,
postrada en el altar de paredes
blancas y musas de terciopelo rojo.