Dechado de beldad, gracia divina,
de esos tus pómulos el arrebol,
encendido por los rayos del sol,
cuando estás a mi lado me fascina.
El remarcado carmín de tu albina
faz mis tristes ojos, como ababol
fundido en la cavidad de un crisol,
ciega, ¡oh diosa venus mesalina!
Dale tu amor a tu eterno cautivo,
no le hagas sufrir más, ¡oh, implacable
vengadora! O haz que, fugitivo,
de ti jamás se acuerde, adorable
seductora. Permite que tu manso
pueda vivir en su dulce remanso.
Canciones de amor.