Después de haberme arrojado al olvido,
por los despojos de tu indiferencia,
a través de una ciega penitencia
te persigo sin rumbo ni sentido.
Vagando por tu recuerdo y perdido
al fondo de los días en tu ausencia,
no termina de decretar sentencia
un verdugo que late descosido.
En medio de un océano de lodo,
para mantener la esperanza viva
me aferro al salvavidas de tus huellas.
Todo me lo diste y ahora todo
se está resquebrajando en la evasiva
de la noche evitando las centellas.