Se ha ido
con su preludio, no así de repente,
poco a poco, como en un sueño
Ya no está más.
No llegó el dolor-ya estaba aquí-
desde entonces todo se hace con mayúscula;
la ausencia, el vacío,
el nunca más,
la nada que envuelve todo
ya está aquí.
Levantando su urbe de sombras.
Se ha ido,
como se va el golpe
dejando una herida,
como se va el martirio
dejando despojos,
después de tanto amor,
después de tantas cosas,
después de tantas vidas.
¡Ya no está más!
¡No queda nada!
La muerte indómita
se muestra y sorprende con crueldad,
tanto que estoy de piedra,
tanto que también estoy muerto;
Se cierra un libro,
desaparece una puerta,
se abre un hoyo;
y en el otro lado, en la otra orilla
ya hay un lecho donde duerme mi alma.
Ahora está allí,
con una luz que no cesa de crecer,
con alas celestes
brillando en mi sueño,
poblando mi mente;
Mi cuerpo ya es una pesada sombra
desandando el tiempo,
hurgando caminos despoblados
en una taza de té,
arañando el silencio
a la impasible noche.
Ahora está allí
en el misterio, abstracta
invisible, sin gestos, sin tiempo,
en secreto como mi amor;
y la extraño tanto
que no puede estar ausente,
que no puedo estar solo,
sobre todo en la noche
y en la madrugada más profunda,
en que la piedra balbucea
interminables notas de quebranto
¡Y la necesito tanto!
al rayar el alba, cuando abro los ojos
cuando me invade el deseo inacabable
de irme, de huir
y encontrarla, en la otra orilla;
Son instantes crueles,
que crecen como hoguera sin fuego
enrejada por la ausencia.