Sin duda fueron tus ardientes palabras,
pues tu voz caliente pegada a mi oído,
avivó mis labios a besar tu cuello,
volcán mi boca que anhelaba tu beso.
Mi cuerpo azul crepitaba entre las llamas,
y mi corazón que latía atrevido,
advirtió moviéndose con atropello,
la apasionada caricia de tu mano.
Palpitante fue el temblor y escalofrío,
qué sensación tan terrible y tan divina,
temblando mi cuerpo se unía a tu ruego,
mientras tu beso ardía aún más bravío,
mi saliva se fundía en gelatina,
que lamía febril tu lengua de fuego.