(2 Jotabé)
Con su triste voz la tierra nos grita,
y su corazón casi no palpita.
Vil y cruelmente la herimos de muerte,
pues siempre pensamos que era muy fuerte,
dejándola herida y siempre a su suerte...
Mientras que su alma pura nos advierte
que ya más, le es imposible aguantar...
Y que ya, nada puede germinar.
No consientas que tu interés permita
que al final nuestra Tierra yazga inerte
ya que, no la podremos habitar.
Pues es nuestro hogar, nuestra casa y vida
y debemos amarla sin medida.
Y buscar para ella una salvación.
Una digna y rápida curación.
Y darle un fuerte toque de atención
a quien sin tener consideración
insisten en herirla cada día.
¡Ay! Qué bello poema me saldría
si entre todos curáramos su herida
y así gritar henchidos de emoción...
¡Tierra, te amo como a la madre mía!
Juan Benito Rodríguez Manzanares.