Nadie ha pedido que me quede
puedo incluso pasar la noche,
una semana, el mes, la vida.
Pídelo, pasearemos
como perros sin lesa
por las ciudades
húmedas de Europa
frotaremos los muros
arrancaremos cal de las paredes
y tu micción cálida saciará la sed,
los borrachos cubrirán a las palomas
en las catedrales del estancamiento.
Con mi pestaña huérfana
haré cruz en el pecho,
y cada noche procesión
en tu cama.
Cuídame,
como si fuese lana de rocíos.
Tengo una hora sostenida
bajo la oscuridad y
la llovizna de nieve,
mi querer,
estoy en la esquina
chapurreando oraciones
de fille mal gardée.
del cuaderno
El centeno que corta el aire, Betania, Madrid, 2013