Mientras la mañana florece
y entrega sus primeros atisbos de celeste,
ese punto fijo en la apagada pared acompaña
y entrega esas finuras de forma fantasmal.
Se suceden las distintas veces que
un alma milagrosa posó su tablatura
por estas sendas, baldozas y paredes.
Como llamarada,
ese olor de crema a demasiado batir
presenta esa primera visita.
Pero aun así
la lágrima permanece anónima,
torpemente esa angustia
por devolver ese color a la vida
continúa y sigue resecando ese corazón,
vaciándolo, sacándole todo.
Tan sólo esa garganta molesta y desespera,
y ese suspiro entrecortado
de los niños que han perdido algo
no para de corromper el alma.
Ojala pudiera romper en llanto,
gritar como loco, desaforado,
pero en silencio y cada día más,
la vida irá desapareciendo
mientras mis sueños se corroen
y mis ansias ya son nulas.
Aun así viajo adonde esas frutas se muestran
e intento percibir en cada una
el aroma de trufas de leyenda,
pero ninguna se muestra fácil de tomar,
o será el comprador que no se anima.
Tengo fé en que
en alguna parte, esa luz camina despacio,
adivinando el camino a seguir.
Imploro que llegue, rezo por que sepa guiarse
y llene esta cavidad roja pero vacía
a la que en ningún momento lograrán
pintar en negra.