Cae la tarde, en su declive el Sol luce ostentoso,
exhibiendo su esplendor tal naciese al nuevo día,
quizás porque cuando a nuestra vista se pone,
en otro horizonte comienza su faena luminaria.
En su despedida se reencuentra con su amada,
amada jamás por él abrazada.
Amor más ardiente jamás ha habido,
más nunca será bendecido por dioses ni hados.
Sus vecinas estelares opinan que ese amor
por el destino siempre será frustrado,
no dejando de ser un amor platónico
que jamás será consumado.
Dos deidades celestiales
amantes en la distancia
se reparten noche y día
con armoniosa prestancia.
Dos amantes que se complementan
con luz evocadora, él, Rey en el firmamento,
antorcha en el día, cálido, generoso, donante de vida
y complaciente con su amada, a quien dona su esplendor
que sirve de espejo en la noche silenciosa, en la noche callada
donde se rinden al amor quienes por ella son inspirados.
Luisa Lestón Celorio
Asturias- España
2019