Carmen golpeó la puerta,
esta se abrió una suave
aroma a monte remontaba
en la habitación...
La música era suave y
atravesaba sus sentidos,
con nuevos colores,
Ignacio se había marchado
hacía dos años buscando
otros rumbos, y ella
había permanecido sin
amor sin pasión
más que por los pájaros
que veía por su ventana.
La alcoba era cálida el se
había ocupado de encender
los leños mientras
salió a comprar algo de
beber, ella vestida de entero
morado, lucía resplandeciente,
como aquel primer día
que se habían conocido
en la alborada estival,
casi críos, casi inocentes
habían dejado de serlo,
Nuevamente el destino
le barajaba nuevas
cartas aquellas de corazón
y pique que tan bien
sabían jugar de a dos.