A ver cómo te ve el otro,
el otro que no sabe de ti,
el otro que ni te conoce,
el otro que ha vivido en otras partes.
A ver cómo puede verte,
qué efecto puede hacerle tu cara,
la manera en que te sonríes,
la manera en que caminas.
A lo mejor tu sonrisa
puede parecerle una amenaza,
una manera de enseñarle los dientes
antes de hincárselos en su carne.
Y tu voz, tu voz tan cálida
y dulce para los que te quieren
para el otro puede ser más fría
que la de un despiadado asesino.
A ver cómo puede verte
el otro que no entiende las agudezas
con las que haces reír a quien te quiere,
el otro que no se ríe y se molesta.
A lo mejor su primer impulso
al verte es el de darle unos tortazos
a esa cara que tanto aprecian
los que te aman y te entienden.
Golpearla con unos puñetazos
rompiéndole nariz, labios y cejas,
cambiándola de pronto en una máscara
otra de ti como el otro.