Ahí, en el recóndito escondite de tu cuarto.
En una esquina muy oscura o debajo de tu cama.
Rodeada de polvo y cubierta de telarañas.
En lo profundo, profundo de la psique humana, allí donde yaces dormido de niño, soñando.
En el abismo, abismo hondo que ignoras, que yace dentro de ti.
Rodeado de Ángeles de la muerte; estatuas colosales con rostros severos y apolíneos de hombre.
Vigilando, protegiendo la gema de cristal que esconde la bella rosa, que yace en un jardín lleno de orquídeas y de flores.
Cómo en un domo, la fortaleza está protegida contra todo tipo de intrusos.
Ahí guardas lo mejor de ti, escondido bajo llave.