Es un día nuevo,
Dios ha tocado mi mano,
y en mi espejo
todo su matiz diverso.
Su reflejo
me conforma un dictado,
advenído
por un vestigio revelado.
Como un niño
por la mañana jugando,
en el recreo
tonificado y estimulado.
Es un día santo,
piadoso, clemente y devoto,
le acaricio
y me quedo al poco rezando.
Y se hace fruto
cuando en ese momento,
su amor divino
nutre mi alma al completo.