Que obstinación la mía
de querer lograr lo que no se alcanza,
sabiendo que por desearlo
crecen en mi, mil desesperanzas.
Que obstinación la mía
de acariciar un sueño
y de sufrir al saber,
que no sirvieron de nada mis empeños.
Ya no tengo en mis manos primaveras,
solo hay en ellas caricias otoñales.
Ya no tengo en mis ojos luminosidades
y mis sonrisas hoy reflejan miedos.
¿Y el alma, donde se quedó mi alma?
Se fue detrás de mi último sueño.