andrea barbaranelli

Variaciones

 

1.

 

Al comienzo el asombro de las manos

delante de mis ojos – movimiento

fuera de mí ­–, sobre mi cara el viento

entregándome a los aún lejanos

 

albures del tiempo, ¿o ya cercanos,

ya en mi reflejo? ¿Empaña ya mi aliento

el azogado espejo en que me miento

a mí mismo con mis rasgos humanos?

 

Acabo de nacer en mi mirada.

Soy manos y soy un cuerpo reflejado.

Soy dos ojos mirándose en dos ojos

 

asustados por ser otros: antojos

de esta cara del espejo: nada

más que un futuro cuerpo acribillado.

 

 

2.

 

El asombro, al comienzo, por lo que

podría ver. Con los ojos, no. Los tengo

cerrados. No los abro. Estoy, lo sé,

frente a un espejo donde me detengo

 

para mostrarme a mí mismo. Me inquieta

lo que vería si volviera a entornarlos,

si encontrara el coraje de buscarlos

en la hoja lustrosa en que se agrieta

 

y se hiende mi imagen reflejada,

aunque recién acabo de encontrarme

y de reconocerme en mi mirada,

 

en mi ansia, en mis llamadas a destiempo

sin esperanza de no encontrarme

con el horror que me espera en el tiempo.