Desde que llegaste, mí mundo es otro totalmente diferente a lo que una vez imaginé.
Tue atravesaste la razón con tu mirada y me arrebataste una sonrisa tímida.
Recuerdo muy bien como te veías aquella mañana, entré nubes blancas y pétalos rayos de sol.
Tenías una bolsa en tu mano y una estrella encerrada en tus ojos.
La melodía de tu voz me pareció familiar, aunque nunca antes la había escuchado.
Tu aroma se quedó impregnado en el aire y yo quise envolverme en el viento y plasmar tu mirada en mi piel.
En mis orillas rompieron las olas de tus caricias, y en un suave murmullo el ocaso se hizo noche.
Cambiaste mis días y sus horas, cambiaste mi agonía y mis lágrimas por una eterna sonrisa.
Mi corazón se niega a dejar de amarte y es por eso que mis manos se niegan a dejar de escribirte.