Fue el incrédulo murmullo
quien se escapó de aquel sueño,
el que evidenció ser dueño
placentero de mi arrullo.
No se rindió ante el orgullo
apasionado y dilecto,
abrazó nuestro proyecto
con ilusión eminente,
demostrando vehemente
lo sublime de su afecto.
Fue quien lustró la quimera,
el que alcorzó el horizonte
incursionando en el monte
que eclosiona en primavera.
No se limitó a la espera,
trascendiendo el universo
de lo osado y lo diverso
e inspirado en sus albricias,
fue el surtidor de caricias
ensimismado e inmerso.
Fue el arrebato, lo iluso
de un suspiro lisonjero,
el que diáfano y ligero
visualizó lo profuso.
Agasaja el don infuso
y al mismo tiempo presagia,
esa verdad que contagia
cuando el silencio murmura,
si en la délfica aventura
nos seduce con su magia.
Aimée Granado Oreña ©
Gota de Rocío Azul