Donde restañar heridas,
parlamentar con los sacrificados
vientres, de la aurora inicial.
Allí, quiero encontrarme,
lejos de todo polvo esencial,
cerca de todo instante primordial.
Corazón tergiversado únicamente
por su canto y su incertidumbre.
Dejaré mi voz, contaminada de introversión,
a la salida de algún abrupto amanecer,
que se dirija como un cometa de luz estallada
hacia el centro de mis ruinas.
Y mi celo, y mi pasión, serán cenizas
que algún cáliz remoto haga circular
de labio a labio, de vida en vida.
Hasta alcanzar la última y milagrosa acequia.
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