Que te vas, que no vuelves, que me muera,
que en mi entierro cantarás dichosa;
que al momento final -¡quién lo dijera!
unas flores con tu nombre adornarán mi fosa.
Que escupirás sobre mi tumba triste
y mis fotos terminarán en la basura.
¡Que jurarás por Dios que jamás me quisiste!
¡Y que no es el amor la causa de tu amargura!
Dices todo eso y ¿sabes qué?
Siempre regresas arrepentida...
Es cierto, algún día moriré,
¡pero no perderé por ti la vida!
Así que si quieres cantar
y en mi fosa echarme flores,
no te voy a contrariar,
voy a hacerte los honores.
Que tu canto sea eterno,
como eterna tu juventud;
pero ¡cuidado te mueres tú!
y vas a parar al infierno.
Porque allí sí te diré que perdiste
y cuando estés sola, sin más,
en tus manos encontrarás
las fotos mías que rompiste.