Fueron tus manos,
tus palabras, tus besos
tus caricias que hicieron
cuanto pudieron de mi,
para luego dejarme aquí,
y dejarte caer en los brazos
de tu amante, de ese amor
que según tu era tu vida, eran
tus ojos, era como tu palpitar
era como el respiro que te daba
vida en cada instante, en cada lugar.
Hoy vuelves a mi lugar, a nuestro lugar
al mío, al tuyo, al de nuestros hijos, al lugar que
donde juntos, unidos, compartíamos cada día
y en cada instante.
Hoy me dices que estas arrepentida, que me hechas
de menos, que extrañas a nuestros hijo, que te daba mala
vida, que vivías encerrada un poco más y te encadenaba.
Pero ayer, nuestros hijos te molestaban, te aburrían,
como hombre yo no era nada, no vallía nada,
que era una porquería y hoy con lágrimas en mis ojos
te perdono y soporto todo aquellas palabras que me hirierón
y me despedasarón el alma.
Te perdono y te sedo nuevamente tu lugar,
pero no me pidas que nuestro hijos te perdonen
porque supierón lo que era llorar y sufrir por una madre
que prefirió al amante en ves de sus hijos.