¡Adiós! exclamo el poeta, Postrado en la densa neblina frente a la inmensidad del océano. Mientras leves zumbidos impregnaron de oscuridad su alma, se compró un sombrero para olvidar y su musa se vistió de luto. Se esfumaron kilómetros a kilómetros las tertulias, las sonrisas y el deseo, que dejando de brillar perdío la belleza porque se consumó el temor de su amante. ¡Y hoy! al igual que ayer; y antes que ella, yacen heladas sus pasiones junto al café sobre la mesa.