Estalla la parsimonia
en un rompecabezas de mil pétalos
derribando silencios de acero
las raíces de mi cuello
se erosionan
de savias prohibidas
donde los fósiles
del habla
me condenan
a una escritura sin destino
de absurdo inolvidable
calendarios íntimos
polinizan el amanecer
que debo acallar
entre la carcoma del cisne
en el doble fluvial se juega
el vislumbre de mi sangre espejo
que carece de la intensidad suficiente
para que arda
el signo fronterizo
del anagrama
no narro
el don de la felicidad
ni atosigo canciones
en una brizna de imágenes
recoso palabras
letra hermética
con su demora
de emociones tatuadas
donde iracundo recala
el eterno abandono de los seres
en su zozobra monógama