No quiero asomarme
a ninguna ventana
no quiero mostrar los
dientes en ninguna taberna
ni albergar luces o esperanzas
ni emblemas ni blasones o banderas.
No quiero de tu amor pasado,
piel reluciente o blanca, ni ceniza
de angostos túneles, ni mármoles
de alabanza.
Quiero, eso sí, irme por la vereda
recto, con la soberbia dura de quien
guardó ternura-.
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