boris gold

Y LA INOCENCIA UN DÍA...SE HACE PERDÍZ

   

El niño tenía como una luz propia y todo eso provenía de una cuantas cosas, terminaba de cumplir años, los once y todavía estaba imbuido de un montón de sucesos que le habían acaecido, la fiesta, regalos a montones y sus amiguitos agasajándolo, cerraban el círculo de felicidades colmándolo de gozo.

Sus padres siempre le hablaron de un Dios misericordioso, que con su bondad divina, capitalizaba los buenos actos que llevaban a cabo todos los mortales, su alegría mayor residía en que era muy conciente de su correcto accionar, por consiguiente estaba convencido de que ya se había ganado un lugarcito…A LA VERA DEL SEÑOR.

Su ambición mayor era que pasaran con rapidez, los días que faltaban para la llegada de la Primavera y con ella, un día de campo con sus compañeritos del colegio, el lugar elegido según sus maestros era muy lindo, debemos agregar que también iría Estelita, la nena por la cual suspiraba cada vez que la veía, sin saber a ciencia cierta a que se debía ese estado de excitación que notaba en todo su cuerpo.

Todo esto conformaba a grandes rasgos, el guión original de la novela “DE UN NIÑO FELIZ”, el aspecto de Albertito, tal el nombre de nuestro personaje era digno de observarlo, venía de jugar un partido de fútbol con su clase de gimnasia en el colegio, todo transpirado y con algunos magullones, pero eso no le impedía que cantara y saltara de alegría, tan diferente a la mayoría de la gente que pasaba a su lado con signos de preocupación.

Sus padres se sentían orgullosos de Albertito y no era para menos, las calificaciones en sus estudios eran las mejores, lo habían elegido “ el mejor compañero de la clase”, las acciones llevadas a cabo en pos de ayudar a otros que pasaban por malos momentos, no eran comunes en chicos de su edad.

El anhelo más preciado que tenía el niño era estudiar mucho, eso le daría la libertad suficiente para llevar a cabo un gran deseo, su fantasía infantil lo agrandaba hasta convertirlo en una cruzada, quería ser arquitecto para poder hacer infinidad de casas y en ellas albergar, a toda esa gente que dormía en las calles.

Sus progenitores no podían quejarse, habían logrado en tan poco espacio de tiempo con buenos ejemplos y mucho respeto, que el jovencito mamara de lo valioso y mucho que su casa le ofrecía.

A pesar de lo maduro que estaba, guardaba como todos los chicos algo invalorable, esa dosis de ingenuidad suficiente, como para vibrar  con los dibujos animados que solía ver en la televisión.

Ese día no era diferente a otro y mientras estaba sentado ante el aparato desvió la vista hacia la pared, en un rincón y colgado se destacaba un almanaque que marcaba la fecha y el día: ONCE DE SETIEMBRE y se puso contento, puesto que faltaban solamente diez días para la Primavera, en que pasaría el día en el campo en compañía de sus compañeros, pero en especial…de Estelita: ¡ERA TAN LINDA!.

De pronto en el programa comenzó a ver escenas que nada tenían que ver con las ingenuidades comunes en ese tipo de programa, cambió rápidamente de canal creyendo que era solamente algo de mal gusto, pero en el otro pasaban lo mismo y se extrañó mucho muchísimo, prestó más atención y notó que LOS AVIONES QUE SE ESTRELLABAN CONTRA LAS TORRES…¡ERAN DE VERDAD! Y LAS PERSONAS QUE SE ARROJABAN DE LAS ALTURAS, ERAN SERES HUMANOS COMO ÉL.

Comenzó a gritar llamando a sus padres, pero estos habían salido, huyó despavorido hacia la calle, notando que la gente estaba como loca, corriendo por todos lados compungidos y nerviosos.

En medio de su loca carrera y ante el cuadro desgarrador de la gente perpleja y angustiada, sucedió algo en su persona, fue muy extraño, un fuerte resplandor…y una estela que desprendiéndose de su cuerpo, VOLABA HACIA EL CIELO, y también y cosa muy rara en él, su cara tenía un rictus de odio que le daba un aspecto como “avejentado”.

Obviamente nadie le prestó atención, estaban todos inmersos en sus problemas, no había tiempo para los de otros, solamente: inconmovible como siempre, se hallaba en la esquina un antiguo inquilino, que sí prestó atención a lo que pasaba con el muchachito…y movió la cabeza compungido.

Era un viejo linyera que había tomado posición de esa porción de vereda y la defendía como si fuera suya, hacía tanto que estaba allí, que ya nadie le prestaba atención.

Cuando la criatura regresó a su hogar luego de haberse calmado un poco, se encontré con sus padres que ansiosamente le preguntaron que le había sucedido, pero cuando se encontraron con su mirada , sus temores se incrementaron sobremanera, este no era el hijo que habían dejado al irse, estaba como desvalido, triste y sumamente abatido, pero lo más preocupante era que no hablaba ni una palabra, a pesar que hacía largo rato que le pedían una explicación.

Hubo consultas con un médico, con otro y así sucesivamente pero nadie le encontraba nada, entonces la desorientación campeaba a sus anchas, con las secuela que ello trae aparejado.

Un día en que el papá de Albertito volvía del trabajo, pasó por delante del linyera de la esquina, al ver que no había nadie en los alrededores, este se atrevió a encararlo, el susto que se llevó fue mayúsculo, era lo que faltaba, bastantes problemas tenía con su hijo.

Perdóneme señor, pero querría tratar de ayudarlo en algo con respecto a su chico, lo miró detenidamente y se llevó la gran sorpresa,¿ como podía ser que una persona tan mal entrazada, fuera capaz de dirigirle la palabra con tanto respeto y modales tan exquisitos?, también observó que de sus ojos brotaban una infinita bondad.

Me hago partícipe de vuestro dolor con respecto a lo que están pasando, pero le aseguro y crea por favor lo que le digo, “su muchacho” no tiene ninguna enfermedad , es cuestión de tiempo y volverá a ser el de siempre…O CASI.

El padre lo miró sin entender lo que le decía y entonces le preguntó: ¿Por qué debo creerle lo que me dice? Y por otro lado ¿Cómo sabe lo que tiene o no mi hijo?, SI ESTÁ EN CONDICIONES DE SABERLO, POR FAFOR…¡DIGAMELO!

Entonces el linyera con mucho temor y corriendo el riesgo de que no le crea le dijo: ¡ SU HIJO HA PERDIDO LA INOCENCIA!, si a esto le agregamos que fue antes de tiempo y en forma brutal, es comprensible que esté así, TENGALE UN POCO DE PACIENCIA.

Y usted ¿Cómo lo sabe? Le pregunto, en primer lugar vi como la estela de su inocencia se despedía de su cuerpo y volaba hacia el infinito, no se olvide que la criatura se sintió defraudada  “POR LA GENTE MAYOR”.

Siempre le hablaron de paz y solidaridad, pero ese niño es un privilegiado, al tenerlos a ustedes para contenerlo.

Se lo digo por experiencia: A MI ME PASÓ LO MISMO…

                                                                                NADIE VINO EN MI AYUDA…

                              POR ESO…ME CONVERTÍ ¡ EN LO QUE SOY!

                                       Boris Gold

(simplemente…un poeta)