En el alma se quedan las estelas
que dejaron ensueños muy profundos ,
que hoy flamean con rayos moribundos
como chispas de pálidas candelas.
Las que fueron otrora rojas velas
en cenizas quedaron convertidas,
y se escuchan las notas de vihuelas
que restañan del llanto sus secuelas.
Esas llamas de amor, tan florecidas,
que brillaron con luz de lentejuelas,
se marchitan igual que las umbelas
que destrozan los cierzos tremebundos,
y nos hieren los cardos furibundos
que los sueños convierten en esquelas.
Autor: Aníbal Rodríguez.