Soy el puente que atravesamos,
Soy la caña del pescador; soy el sol
que anegaba, a tu cansado corazón.
Fuimos el céfiro, que murmura la reminiscencia.
Fuimos reyes, esclavos y amor; fuimos venganza,
odio y guerra; somos el diablo, que nunca tuvo perdón.
La alegría, de un eterno reencuentro,
nos envenena, en el deseo; no culpemos al desconocimiento,
es nuestra ignorancia, nuestro error.
Si nos conocemos, somos mar,
si deseamos, arena; nos creemos tan únicos,
que hacemos girar, eternamente esta rueda.
Nuestras almas no existen; mi vida una ilusión.
Mi poesía, vuelve al uno,
no mide objeto ni observador.