De blanquísima seda vas vestido,
tu cabeza de nieve coronada.
De tesoro la perla codiciada
y vergel ya del cielo desprendido.
Ángel níveo en alas suspendido
sobre ubérrimo huerto de Granada.
Un remanso de vida sosegada.
Terrenal Paraíso tan florido.
¡Que espectáculo ver tus surtidores!
Y aspirando el aroma de tus flores
tu palacio, a mi vista, resplandece.
Y al gozar de tantísima belleza
como un lirio reclino la cabeza:
y embriagada mi alma se estremece.
Soneto reeditado.