En aquella esquina
de frías baldosas
y gris empedrado,
se vislumbra
en penumbras
del ocaso que
puntual y atrevido
ya deviene,
la Sombra de un Hombre.
Su figura oscura se divisa sibilante
en frágiles susurros del Viento
de este Invierno,
y en mis amadas calles,
Es la del Destino
de un ser en desamparado.
Busca mis ojos con blanda
y resignada mirada,
(y caudales de brasas encendidas y murallas
de piedra roen mi corazón,
hambriento de Justicia
y me descarnan)
Dulces espejos de su alma
son sus ojos.
(El tic- tac titilante y perenne
del irreversible Tiempo
que moran en el confín desconocido
de la Vida,
se anudan
en mágicos rigores, en suerte:
blancas penas y en tinieblas,
mil pesares,
Ira, tristeza percibiendo
lo incierto e ignorado de
las dichas y penas escondidas
de los Otros.
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Todos habemos gritos ahogados
y entresueños,
y soplos de cuchillos,
en el alféizar y el aljibe de frías lágrimas
de los huérfanos y desamparados
en la Soledad del Destierro,
inmerecido.
Como la arena se nos va la Vida,
vestida de cada ínfimo instante
del Ayer que indiferente,
nos congela , en agua helada,
en ardientes carbones,
que habitan en tu espíritu,
aunque no lo creas...
(que tú también posees,
sin dudarlo).
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Ya enmudece el Universo,
mi mirada fervorosa fija en las estrellas,
y en aquel manto de pájaros y negrura
que serpentea una historia ignorada.
Historia que silencia y humedece
las cordilleras
y la Sal del Viento Pampero,
de mi Patria,.
Patricia Aznar Laffont