No es fácil comprender
las manos separadas como alas arrastradas
por las nubes
de un lado al otro
y los ojos cerrarse, sin deseos
de atrapar las luces
amontonadas en las raíces de la aurora;
No es fácil entender
el camino hacia el vacío
de tu rostro con su diáfana ternura
y todos los suspiros
elevarse hacia los astros;
no es fácil detener a este corazón
irse hacia el abismo
junto con tu cuerpo
diluido en el deseo del misterio
No es fácil sentarse
en individual sombra con ese velo
que el silencio ofrece
en esta rojiza tarde que cae
como un aguijón salvaje en las pupilas;
Ahora que recuerdo
ese algo que alborotaba tantas lunas
hacía inmortal
nuestra horizontal dulzura;
y todo es como si surgiera de lo hondo
como si llegara de lo lejos
a un solo destino
a este punto gris
que se desprende y se desgrana
en su memoria.
No es fácil entender a Dios
él en su palco,
nosotros en el trago amargo
en que ahogamos nuestra deriva existencial,
por cada ausencia
que nos costura el alma;
¡Oh Señor!
No es fácil, pero tú puedes
haz de esta cruz una luz
que conciba un alma,
haz de este hierro
la última caricia de un cuervo
que al rozar por mi costado
arrastre mi corazón entre sus plumas
hasta atravesar la muerte.