No puedo escribir los versos
más tristes que se hayan hecho.
Tampoco los que más me duelan
eso ya lo hacen mis sueños.
Yo miraba para arriba
de la mano de mi abuelo
mientras giraban las esferas
cuando aún todo era eterno.
Aquella noche fue el primero
en pintarme las estrellas en el viento.
Entre hojas secas de los sauces,
luciérnagas que las refleja el tiempo.
Yo aún entonces no me preguntaba
¿dónde van aquellas cosas
que algún día siempre perdemos?
No me preguntaba si mi abuelo
dormiría alguna noche en ese cielo.
Ando encima de cristales rotos.
Todavía intento descifrar tu psique.
Tus pupilas son las piezas que me faltan,
pero cuando las alcanzo,
solo tengo un charco negro
en el que ya ni quiero mirarme.
A arañazos me despierta tu ventana
como un psicoanalista.
No me pidas que te cuente
aquellos sueños otra vez.