En el triste despertar de la noche,
cuando en el cielo no arden ya las llamas,
cuando el silencio grita atormentado
y una negra sombra refulge en mi alma,
oigo los ayes más desesperados
trabados a las quejas más amargas.
Desgarradas voces que hieren el aire,
suspiros que rompen la dulce calma,
silencios que gritan con ansiedad,
lamentos que conmueven la esperanza.
Angustiados y tétricos susurros
que pululan por las tinieblas diáfanas,
clamores que advienen del otro mundo
en las brumas de la noche estrellada.