Qué suerte tiene el rocío mañanero de tocar tempranito la natura, refrescarla, acariciarla, dejando en ella su sutil presencia.
Dicha tiene el ave mañanera de poder extender sus alas y volar libre, planear sobre el viento impetuoso, descender a los copos de los árboles y cantar sin prejuicio alguno.
Fortuna la del riachuelo que se dirige hacia el encuentro con su amado mar, perdiéndose en su esencia, convirtiéndose uno con él.
Ventura tiene la lluvia en su caer incesante abonando la madre tierra. Llevando en cada gota, por infinita que sea, esperanza de existencia, esencia de vida.
Buenaventura posee la playa al recibir los incesantes besos de las olas marinas, sus caricias, la blanca espuma que la protege, abriga, ama.
Felicidad la que siente el escritor cuando su musa lo posee. Se abandona mientras plasma con su pluma, sus más puros y sentidos sentimientos.