me sedujiste, oh mujer, y fui seducido.
con un destello de tu mirar,
mi alma quedo apresada a tu alma
y cai ante ti como rendido.
tus ojos hablaban sin palabras
y tu risa era un dulce trinar
que le daba vida a mi vida solitaria.
me hiciste dueño y mendigo de tus encantos;
eran y a la vez no eran mios;
pero tu mirada le daba esperanzas
a mi corazón que se desvanecía por ti en suspiros.
tu esencia y tu aroma eran un elixir sagrado,
una invitación a desear cada espacio
de tu cuerpo divinizado.
mis labios ansiaban la sidra dulce de los tuyos,
y mis brazos la calidez de tus abrazos;
mi mundo era un submundo
en donde todo giraba en torno a ti,
todo giraba en torno a ti.