Pausada, serena, modulada
esconde tu voz el gemido del esclavo,
la servidumbre a la familia blanca
a la niña que te admira y rechaza.
Al compás de tu voz
se oyen plegarias eclesiásticas
superpuestas a la conga africana yoruba, la bomba boricua, al ritmo cadencioso danzado en el batey.
En tus tejidos y bordados cruzas siglos y continentes.
cosechas premios y halagos.
En tu pueblo no olvidan
las cromosomas de tu estirpe,
los latigazos públicos.
en la esquina de la plaza.
El castigo del amo criollo, español, europeo.
El cimarrón valiente y audaz.
Con cuidadoso disimulo se alejan de ti.
Como a muchos
te saludan con un beso.
Olvidando te seguían-
en su juventud.