UN ADIÓS SIN RASTRO
Ella se despidió con una sonrisa de bienvenida
como es su costumbre
mientras tomaba su mano
y dejaba en él la luz de su mirada de fuego
cual estrella fugaz que solo andaba de paso.
Él jamás entendió su partida
porque su hola apenas antecedió su adiós
y dejó en él germinando ese deseo de vivirla
que solo se siembra una vez
ahora irrigado con lágrimas de tristeza
de rencores y decepciones sufridas.
Solo se cruzaron sus cuerpos
pero nunca sus almas
porque él no se detuvo
a escuchar el silencio de ella
que era a la vez su grito de libertad
cuando con voz estridente decía
que había nacido con el don del amor
pero que su forma de amar descansaba
en su forma de ser libre.
Él nunca advirtió que ella es como
un beso de la lluvia
una caricia del viento
o un abrazo del mar
y que para amarla
es necesario aprender a odiarla
y para tenerla
antes es preciso aprender a perderla.
WBelDe