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Rocé la rosa rosada que roza tu corazón deteniendo la mirada en sus pétalos de amor; su perfume y su candor también rozaron, silentes, mi alma y mi pensamiento.
¡Qué roce el de esa rosa! me ha acariciado por dentro despertando cada sueño adormecido en mi pecho cuan si fuera la trompeta de un serafín celestial auspiciando un gran encuentro.
Al rozarme los encantos de aquella rosa hechicera mis sentidos percibieron que estabas posada en ella con ansias de que te viera y te llevara conmigo y eso hice.
Corté la rosa rosada que rozó mi alma y mi mente; la acaricié despacito como si fuera mi estrella, la llevé hasta mi cuarto y la puse en el jarrón que mantiene el agua fresca esperando por tu amor.
PABEDIZ