Memoria tuya,
tan frágil y tan débil,
nunca me olvides.
Y si lo haces,
escóndeme en un hueco
de tu desván.
En ese altillo
están las mariposas
muy silenciosas.
Y yo, con ellas,
seré mudo, y testigo,
de tus sonrisas.
Pero si lloras,
seré también la rosa
que regarás.
Porque la lluvia
vendrá desde los cielos
a mis pupilas.
Quizás un día,
despierten los recuerdos
y me sonrías.
No quiero versos,
ni letras de nostalgia
en los poemas.
Te quiero a ti,
mi tierna mariposa,
¡quiero tu luz!
Rafael Sánchez Ortega ©
29/06/19