EN LA LUZ MORTECINA
No repara el rencor
en desnudar su espíritu.
En el dolor se siente
el latente latido.
Despojando los sueños,
de sus ropajes tímidos,
se devuelve la esencia,
a sus lugares íntimos.
Cabalga la nobleza,
sobre la dura estepa.
Sembrada de torpezas,
que confunden y afean.
En el jardín las luces,
entre las gotas frías,
que congelan las hojas
pletóricas de vida.
Una ráfaga tibia,
en los rincones gira.
Un sutil remolino,
que abduce lo que vibra.
Y la piel seductora,
con su sedosa envidia,
abduce los placeres,
amándose a si misma.
Corazón de hojalata,
de brillante armadura,
que deslumbra al deseo
y subyuga, y olvida.
Reflejos que se esfuman,
como en el aire el humo,
como la risa efímera.
Sensaciones de aire,
que nacen ya furtivas.
No se arredra la envidia
en dominar el ego,
que somete y ensalza,
como la voz taimada,
que enamora y hechiza.
Lisonjeras promesas,
fabricadas de brisa.
La caricia que huye,
de la piel que la mima.
Unos labios cercanos,
de ternura infinita,
mensajeros de nuevos
sentimientos que invitan,
a ser libres viviendo,
flotando entre la dicha.
Corazones eternos,
que su amor no envejece,
ni su valor se achica.
La canción más cercana,
al amor se aproxima,
como el calor al cuerpo,
como el tallo a la tierra,
como el ojo a quien mira.
El presente al recuerdo,
y el poeta a la vida.
La melodía se aferra,
al verso que palpita.
Entretanto la piedra,
se desgasta y se afina,
como el ser se moldea,
en su azarosa vida.
Ya no asoma el destello,
en la luz mortecina.
Y los pájaros mudos,
en el silencio trinan.
A.L.
http://alupego.blogspot.es
10/08/2019