Yo no quiero más que levantar
del asfalto la parte de naturaleza
que se salva y se ofrece con su mano
natural y consagrada. A lengüetazos
básicos y precisos, restallar el látigo
de mi lengua, y ver saltar las agujas
de los pinos escondidos. A manos negras,
compartir mi ocio de hombre inservible,
de hombre lleno de caries y viruelas,
transitable hasta el odio por la pura enumeración
de adjetivos. No quiero más que esa zona negada.
Ese pinar erguido y subterráneo, ver su amanecida.
Región por región, de sustentos alimenticios
comprobar la raíz orgullosa de tanta floresta destruida.
Y como un viento fijo, seguir el rumbo de los pájaros.
Su vil acometida-.
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